Un análisis integral sobre la hipersexualidad

Aroa Ruiz Aroa Ruiz (Psicólog@)

1 julio, 2025

¿Qué es la hipersexualidad?  

Se puede definir como un patrón persistente o recurrente de deseo, fantasías o conductas sexuales excesivas y elevadas, que pueden estar o no asociadas con un malestar personal o con consecuencias negativas.  

¿Se considera un trastorno? 

No, ya que una persona puede tener un alto deseo sexual sin que esto le cause problemas o pérdida de control. El concepto de “hipersexualidad” puede emplearse en contextos clínicos y no clínicos, y se puede asociar con otros trastornos como el bipolar (durante un episodio maníaco), de personalidad o con el consumo de sustancias.  

No obstante, es importante diferenciar la hipersexualidad del Trastorno del Comportamiento Sexual Compulsivo (TCSC), ya que están estrechamente relacionados, aunque no significan lo mismo. Este último se basa en un diagnóstico clínico formal, reconocido por la Clasificación Internacional de Enfermedades - 11ª edición (CIE-11), y publicado por la OMS. Dicho trastorno se refiere a una forma patológica de hipersexualidad, donde se recogen los siguientes criterios diagnósticos: 

  1. Falla persistente para controlar impulsos sexuales intensos o urgencias repetitivas, derivando en conductas sexuales repetitivas. 
  1. Manifestación durante un período prolongado (6 meses o más). 
  1. Malestar clínico marcado o deterioro significativo en áreas importantes como lo personal, familiar, laboral, social, educativo, etc. La angustia basada únicamente en prejuicios morales no cuenta como criterio. 
  1. No explicarse mejor por otro trastorno mental, condición médica o uso de sustancias. 

Además, debe darse al menos uno o más de los siguientes comportamientos: 

  • La conducta sexual repetitiva se convierte en el foco principal de la vida, llevando al abandono de la salud, del cuidado personal, de intereses, actividades o responsabilidades. 
  • Numerosos intentos fallidos por reducir o controlar significativamente la conducta sexual compulsiva. 
  • Permanecer en la conducta incluso frente a consecuencias adversas, como problemas de relaciones, laborales, financieros, legales o de salud. 
  • Persistencia de la conducta sexual, aunque ya no se derive placer, o este sea muy escaso. 

Por lo tanto, toda persona con TCSC muestra hipersexualidad, pero no todo sujeto con hipersexualidad padece TCSC. 

Historia y sus controversias diagnósticas 

Desde una mirada crítica, Gayle Rubin advertía ya en los años 80 sobre el riesgo de moralizar la sexualidad, afirmando que no toda actividad sexual no normativa es patológica. Esta advertencia sigue siendo pertinente hoy, cuando existe el riesgo de que se confundan estilos intensos, pero sanos y consensuados, con cuadros clínicos. 

De manera similar, Rory C. Reid (2012), investigador clave en este campo, subrayó que la hipersexualidad no se trataba de un deseo sexual elevado per se. Su trabajo diferenció entre personas con alta líbido funcional y otras con una conducta sexual problemática, con dificultades en la regulación emocional y patrones similares a otros trastornos adictivos. 

Asimismo, se ha explorado la relación entre la hipersexualidad y otros trastornos psicológicos, como la depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo y las adicciones. Algunos modelos proponen que la conducta sexual excesiva puede funcionar como un mecanismo de afrontamiento disfuncional, regulando emociones displacenteras o experiencias traumáticas pasadas (Carnes, 2001). 

Otro autor muy importante es Martin Kafka, quien en 2010 propuso la inclusión del término “Trastorno Hipersexual” como patología en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales - 5ª Edición (DSM-5), identificando síntomas como la masturbación compulsiva, relaciones sexuales promiscuas, el uso excesivo de pornografía y la conducta sexual como una forma de lidiar con el estrés, la ansiedad o el aburrimiento. La American Psychiatric Association decidió no reconocer oficialmente este trastorno y no incluirlo en el DSM-5. Esto fue debido a la falta de consenso clínico y de evidencia empírica, sin embargo, dicha propuesta sentó las bases para investigaciones posteriores. 

Por último, tal y como mencionamos anteriormente, en 2019 la CIE-11 sí lo incluye bajo el nombre de TCSC, como un trastorno del control de impulsos. Esta clasificación le otorga legitimidad clínica a nivel global, no obstante, la necesidad de establecer criterios claros sin moralismos ni estigmatización, sigue siendo un desafío en la clínica actual. 

Diferencia entre hipersexualidad y ninfomanía  

Aunque a menudo se emplean de igual forma en el lenguaje cotidiano, hipersexualidad y ninfomanía no son equivalentes, ni desde el punto de vista clínico ni cultural. La diferencia principal radica en su origen, su uso y sus implicaciones sociales. 

La ninfomanía es una categoría médica de los siglos XVIII y XIX profundamente marcada por el género. Se utilizó para diagnosticar el deseo sexual considerado excesivo en mujeres, a menudo sin ningún tipo de criterio clínico más allá del juicio moral. La palabra en sí misma ya es problemática, ya que proviene del griego “nymphē” (novia) y “mania” (locura). Fue concebida como una necesidad de corrección médica, moral o incluso quirúrgica, y se utilizó para disciplinar el deseo femenino. Según Gayle Rubin (1984) fue una forma de negar la autonomía sexual a las mujeres, etiquetando de “enfermas” a aquellas que se apartaban del ideal de pasividad y recato de aquellos tiempos. 

Esta autora también sostiene que la sexualidad ha sido regulada por sistemas de poder que jerarquizaban los comportamientos sexuales, lo que se consideraba patológico en mujeres a menudo era tolerado o incluso valorado en hombres. En relación a esto, Michel Foucault (1976) muestra cómo el discurso médico del siglo XVIII y especialmente del XIX comenzó a ejercer un control creciente sobre la sexualidad, asumiendo cierta autoridad para definir, analizar y regular las conductas sexuales. 

Hoy, aunque el término de “ninfómana” ha caído en desuso clínico, ha quedado obsoleto y carece de validez científica, sus efectos culturales persisten. De hecho, el diagnóstico de TCSC se aplica con mayor frecuencia a varones, no obstante, mujeres con hipersexualidad o con TCSC aún pueden ser objeto de juicio moral, lo que evidencia una desigualdad de género en la percepción y el tratamiento del deseo sexual elevado. 

En conclusión, mientras que la hipersexualidad se postula hoy como un patrón sexual de persistencia o recurrencia, la ninfomanía responde a una construcción social y de género históricamente orientada a la represión del deseo femenino. Ambos conceptos se refieren a conductas sexuales intensas, sin embargo, el último ha sido estigmatizante hacia las mujeres. 

Causas de la hipersexualidad o del TCSC 

Las causas pueden ser multifactoriales y deben abordarse desde una perspectiva biopsicosocial. En primer lugar, Reid (2012) destaca el trauma infantil, especialmente el abuso sexual, como principal elemento que pueda generar una vinculación disfuncional con el placer sexual.  

Otras causas incluyen déficits en la regulación emocional, presencia de ansiedad, depresión, altos niveles de impulsividad o consumo de sustancias. También puede influir una educación sexual negativa, basada en el miedo o en la represión, o simplemente un contexto familiar inestable y conflictivo. Del mismo modo, puede deberse a trastornos neurológicos, endocrinos o al uso de algunos medicamentos. 

En definitiva, puede ser tanto causa como consecuencia de estados emocionales desregulados, de una educación autoritaria, de un ambiente familiar problemático o de experiencias traumáticas no resueltas. Además de estar vinculada a condiciones médicas o inducida por determinados fármacos. 

Cómo tratar la hipersexualidad y el TCSC 

Un buen tratamiento integral y personalizado combinaría la reducción de conductas compulsivas (como el consumo excesivo de pornografía) y la regulación emocional. Ofrecemos algunas pautas que podrían ayudar: 

  • Entrenar habilidades de autocontrol y toma de decisiones. 
  • Establecer límites claros (días sin consumo de pornografía, horarios). 
  • Detectar disparadores emocionales (ansiedad, aburrimiento, soledad). 
  • Aprender a identificar, conocer y gestionar las emociones para evitar usar el sexo como escape. 
  • Reemplazar hábitos compulsivos por actividades más saludables (ejercicio, lectura, contacto social). 
  • Identificar y cuestionar las creencias erróneas como “si no me masturbo, no puedo dormir”. 
  • Explorar posibles conflictos emocionales no resueltos vinculados a la sexualidad, como la vergüenza interiorizada o el miedo al abandono. 

Desde nuestro método FORTE: 

  • Conocer y emplear las fortalezas personales de forma consciente a través del test FORTE, como pueden ser la honestidad, la innovación o el compromiso. El conocimiento y uso equilibrado de las mismas ayudarían a mejorar el bienestar psicológico, la satisfacción general con la vida y la capacidad de logro en el control de impulsos. 
  • Visualizar con optimismo un futuro estable con relaciones saludables, fomentando vínculos que no estén mediados por una compulsión sexual. 

Desde el modelo PERMA: 

P: Emociones positivas Trabajar en el reconocimiento y búsqueda de emociones positivas que no estén ligadas al sexo compulsivo. Técnicas como el diario de gratitud, mindfulness o el refuerzo de logros diarios ayudan a ampliar el repertorio emocional. 
E: Compromiso Sustituir conductas sexuales compulsivas por una actividad absorbente, desafiante y significativa. 
R: Relaciones positivas Promover una comunicación asertiva, la reparación de relaciones dañadas y unos límites sanos. 
M: Sentido, propósito Explorar valores personales, objetivos a corto, medio y largo plazo y un propósito más allá del placer inmediato.  
A: Logro Establecer metas pequeñas, concretas y medibles relacionadas con el autocuidado y la gestión del impulso. Reforzar los avances para cultivar la autoeficacia. 

El objetivo no sería bajo ningún concepto reprimir la sexualidad, sino recuperar el control sobre ella, viviendo el deseo de forma consciente, libre y no compulsiva. Todo ello integrando la sexualidad en una vida emocional, relacional y personal más plena. 

En todo caso, recomendamos consultar a un/a psicólogo/a, el primer paso siempre es pedir ayuda, especialmente si sentimos que hay una situación que no podemos controlar y que a su vez nos genera malestar. 

Bibliografía: 

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5th Edition

Carnes, P. (2001). Out of the Shadows: Understanding Sexual Addiction

Foucault, M. (1976). Historia de la sexualidad, Vol. I

Kafka, M. P. (2010). Hypersexual disorder: A proposed diagnosis for DSM-V. Archives of Sexual Behavior. 

Reid, R. C. (2012). Assessing and treating compulsive sexual behavior. Journal of Behavioral Addictions. 

Rubin, G. (1984). Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality

World Health Organization. (2019). ICD-11 for Mortality and Morbidity Statistics

Aroa Ruiz
Aroa Ruiz

Licenciada en Psicología, Máster en Coaching e Inteligencia Emocional e Instructora de Mindfulness. Psicóloga, Coach y Docente en el Instituto Europeo de Psicología Positiva.

0 0 votes
Valoración
Subscribe
Notify of
guest
0 Comments
Oldest
Newest
Inline Feedbacks
View all comments

También te puede interesar

¿Qué relación existe entre el mindfulness y la felicidad?

La felicidad ha sido siempre tema de estudio desde la antigüedad. Diversos escritores han operativizado el concepto de la felicidad de diferentes maneras como satisfacción…

¿Cómo se practica el mindfulness?

El mindfulness recibe diversas definiciones, una de las más reconocidas es la de Jon Kabat-Zinn (1990) quien lo describe como prestar atención de una determinada…